Llegamos al aeropuerto internacional de Malpensa, uno de los dos aeropuertos de Milán, a última hora de la tarde y vamos directos a descansar a nuestro hotel.
En esta ocasión hemos elegido el Eco-Hotel La Residenza, un hotel preocupado por la sostenibilidad y que apuesta por productos ecológicos. Está a las afueras de Milán pero muy cerca de una parada de metro, así que se llega muy rápido al centro, en menos de 20 minutos.
Empezamos la jornada bajando en la parada de metro de Duomo, la más concurrida y céntrica de todas. Después de comprar una entrada combinada para visitar la Catedral y subir a la azotea, decidimos esperar a que se despejen las inmensas colas y vamos a recorrer la ciudad.
Empezamos por la famosa y lujosa Galleria Vittorio Emanuele II, llamada así en honor al primer rey de la Italia unificada, que presenta todo el espectacular techo en vidrio y hierro fundido. Se trata de un proto-centro comercial como los conocemos hoy en día pero construido en 1865. Contiene tiendas de alta costura, joyería, arte, restaurantes y cafeterías. ¡Todo a precios prohibitivos!
Seguimos caminando unos pocos metros hasta la Piazza dei Mercanti, el centro neurálgico de la ciudad en plena Edad Media, en el S.XIII. En el centro de la plaza hay un pozo del S.XVI con dos columnas que, en ese mismo momento, hacían de telón en las fotos de una boda.
Volvemos al metro hasta la parada de Cadorna para ir a visitar el Castello Sforzesco, en vista de que las colas siguen siendo kilométricas.
Se trata de un cuidado castillo de ladrillo rojo que pertenecía a la poderosa familia Sforza, gobernantes de la ciudad de Milán en la época Renacentista. En su interior hay 7 museos de temáticas distintas pero nosotros sólo visitamos la Piedad Rondanini, la última escultura de Miguel Ángel que estuvo esculpiendo hasta 6 días antes de morir. Está inacabada pero eso no le resta ni un ápice de melancolía cuando la observas detenidamente.
Después de la visita, bajamos la Via San Giovanni sul Muro hasta el Corso Magenta, y vamos a visitar el Museo Arqueológico de la ciudad. En su interior se encuentran piezas de arte griego, etrusco y romano, así como los restos de una antigua muralla y torre del S.III, que estaban exactamente en esa localización en la época romana, y que algún día formaron parte del circo romano de Mediolanum, antiguo nombre de la ciudad en esa época.
Para comer, vamos a un restaurante que sorprende mucho en su interior, el Restaurante La Brisa. Además de contar con una buenísima ubicación, pues está delante de las ruinas del Palazzo Imperiale del emperador Maximiano, parece un lugar pequeño pero no es así. En su interior hay un fantástico patio semi-cubierto, con un jardín y con un ambiente 100% milanés. No encontrarás muchos turistas allí.
Después de comer nos espera la visita más sorprendente del día: la Iglesia de San Maurizio al Monasterio Maggiore. Una de las más bellas iglesias que hemos visto jamás. La verdad es que impresionan los frescos de la entrada y puede disfrutarse tranquilamente, sin apenas gente y de forma totalmente gratuita.
Ahora sí, vamos a visitar el interior del Duomo. La cola a estas horas es muy corta y rápidamente accedemos a su impresionante interior. Las cristaleras son de un tamaño gigantesco. Es bastante complicado disfrutar con tranquilidad de sus esculturas y su arquitectura por la cantidad de gente que hay dentro, pero si permaneces un rato sentado, puedes encontrar rincones un poco menos transitados.
Una hora después, conseguimos tomar el ascensor que sube a la azotea y las vistas son espectaculares. Impresionan sus 135 agujas, sus 3800 esculturas, su deslumbrante mármol blanco y la Madonnina dorada coronando el final.
Para acabar el día, vamos al Barrio Navigli, el barrio más entretenido, vivo y pintoresco de la ciudad en la parada de metro Porta Genova. Se trata de un barrio con canales artificiales creados en la Edad Media para transportar mercancías desde el mar. En la época, había muchísimo tránsito en esta zona. Hoy es un lugar donde la gente joven bebe en la calle, se sientan en las cientos de terrazas a admirar el agua del canal y a disfrutar de largos paseos.
Encontrarás en el Naviglio Grande, el canal más grande donde incluso hay un crucero circular, un pequeño callejón con una antigua lavandería que se conserva a la perfección. Las mujeres pobres venían aquí a lavar sus ropas.
Para cenar buscamos un lugar de cocina tradicional y escogemos la Trattoria Milanese. Está en una esquina en frente del canal y dispone de terraza. El servicio es muy atento, los platos generosos y puedes economizar con un único plato, no te quedarás con hambre.
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