Cristian decidió celebrar mi cumpleaños en París, así que organizó todo los necesario para pasar 3 noches inolvidables.
Llegar a París es muy sencillo y hay múltiples opciones para cada bolsillo.
Nosotros escogimos un vuelo low cost en Vueling hasta el aeropuerto de Orly (ORY) que está a unos 19km. del centro de la ciudad. Una vez allí, tomamos el Orlybus, un autobús que pasa cada 15-20 minutos y te lleva a la estación de metro de Denfert Rochereau (Distrito 14). El trayecto duró una media hora de aplastamiento por la multitud que iba dentro.
Al llegar a la estación de Metro, decidimos comprar un taco de 10 billetes individuales para poder movernos libremente durante toda nuestra estancia. No nos interesan las opciones de un pase por día o por fin de semana porque nos encanta caminar y no suele salirnos a cuenta.
El hotel donde nos alojamos está cerca de la famosa Plaza Bastilla, en el distrito XI. Un barrio obrero, no muy turístico, que se ha convertido en una zona de bares de copas, salas de conciertos y lugar de ocio para los parisinos. Desgraciadamente, muchos lo conoceréis por la sala Bataclan y los recientes atentados.
Hotel l'Antoine*** es un pequeño hotel que pertenece a una pequeña cadena parisina. Está decorado por el famoso diseñador de moda Christian Lacroix y eso se nota desde que pones el primer pie en su interior.
(A nosotros nos pareció una locura de tapices y moquetas coloridas que no inspiraban un ambiente muy propicio para la relajación pero ni una sola queja. El desayuno variado y suficiente se complementaba con la exquisita atención que nos dieron.)
Con muchas ganas de empezar a sumergirnos en la gastronomía parisina, decidimos ir a un restaurante de comida típica francesa y estábamos perfectamente situados para hacerlo. ¡Un barrio fuera de la zona turística donde los parisinos van a pasarlo bien! El bistrot Chez Paul dispone de platos para compartir, como el surtido de quesos y diferentes medidas para pedir vino y no tener que acabar con una botella entera. Un lugar muy pintoresco y cálido. La camarera que nos atendió era divertidísima y practicó con nosotros su español mientras nosotros hacíamos lo propio en su idioma. ;)
- No hace falta pedir agua, sirven gratuitamente una jarra. De hecho, en la mayoría de los restaurantes lo hacen.
- Dispone de carta en inglés.
- Dispone de bastantes mesas pero se llena con facilidad. Nosotros no reservamos y conseguimos mesa por suerte.
Y así se acaba un día de la mejor manera. ¡Mañana nos espera una ciudad entera para recorrer!
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