
Después de una noche un tanto movidita, la mañana llega con expectación. Parece que la mayoría de síntomas han desaparecido pero iremos con cuidado a ver qué tal se portan durante el día.
Después del desayuno y un buen mate de coca, nos viene a buscar un taxi para llevarnos a una especie de puerto, por llamarlo de alguna manera, solitario y medio abandonado, y allí nos quedamos esperando aproximadamente 10 minutos.
Aparece una pequeña barquita con motor conducida por un auténtico uro y después de ayudarnos a embarcar, nos adentramos por el Lago Titicaca. Los uros son los habitantes de las islas flotantes que están dentro del lago. Son unas islas que fabrican ellos mismos con totora, una planta que crece en el lago y les sirve como suelo para construir sus viviendas, hechas también con esta planta y madera.

Nos vamos adentrando durante media hora y el paisaje que nos rodea es espectacular. Al principio el lago es poco profundo y hay mucha totora, por lo que un barco de turistas no puede navegar por ahí. Una vez llegamos a las islas, la profundidad se amplía y ya nos encontramos algunas embarcaciones mayores que van de visita a la islas.
Wilber es el dueño de la casa y quien nos ha ido a buscar. Delia, su mujer, nos recibe con una gran sonrisa y un abrazo.
Poner el primer pie en la isla es toda una experiencia. ¡Jamás estuvimos en un lugar tan blando!. Nuestra habitación es pequeñita, con una bonita decoración y equipada de forma muy sencilla pero suficiente. Notamos el ritmo del agua del lago y las pisadas de Delia en el jardín.

La isla tiene un baño común totalmente ecológico, un sistema de purificación de agua para poder lavarse las manos o cocinar y placas solares para poder tener luz. No hay ducha ni otro tipo de comodidades. Es su isla, donde ellos viven, y únicamente hay habitaciones, la cocina y los baños. El lugar es increíble.
Después de conocer a la madre de Delia y a sus 2 hijos, nos vamos a navegar, esta vez, con una barca tradicional fabricada con totora. Wilber nos muestra cómo pescan los habitantes de las islas, nos explica cómo se gestionan de forma comunal y autoorganizada y cómo es su vida allí.
Vemos niños jugando, hombres pescando y mujeres trabajando en artesanía. Cada día llega un barco-tienda con productos esenciales que necesitan comprar: frutas, verduras, carne, jabones, utensilios básicos, etc.

A la vuelta nos espera un magnífico menú de pescado fresco, tortilla, quinoa, fruta fresca y pan. Delia es muy buena cocinera, está realmente delicioso.
Tras la siesta, Delia nos viste con sus trajes típicos, con los que damos bastante pena porque no están hechos para gente alta. :) Wilber nos explica cómo se fabrican las islas con totora, nos da información sobre la parte del lago que da a Bolivia, nos explica anécdotas y mucha historia sobre el pueblo de los uros. Realmente muy interesante.
Cuando el sol deja de brillar empieza a hacer mucho frío. Se llega a temperaturas muy bajas puesto que estamos a 3812 m. de altura. Cenamos bastante pronto y empezamos a leer un libro que nos presta Wilber, "El indiecito" de Wellesley Muir. Es un libro súper antiguo sobre la historia de una família de uros y nos quedamos con tantas ganas de terminarlo que intentaremos comprarlo algún día, si es que somos capaces de encontrarlo.

Observamos las estrellas desde el alto de una torreta mirador que han construido y el frío nos hace ir de cabeza a la cama. Tenemos una botella de refresco de 2 litros llena de agua caliente dentro de la cama, a los pies, y gracias a ella podemos descansar.
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