
Hoy salimos temprano para subir hasta las ruinas de Sacsayhuamán. Hemos decidido hacerlo a pie por las empinadas calles de Cusco, que os aseguramos que ponen a prueba hasta los más valientes.
Después de unos 30 minutos de subida, llegamos casi a la entrada de las ruinas pero vemos la oportunidad de hacer una ruta a caballo desde una pequeña comunidad de cusqueños que viven ahí y visitar ruinas que a pie serían una hazaña casi suicida.
Subimos hasta el Templo de la Luna montaña a través con unos caballos andinos que son capaces de resistir esa altura de forma estoica y atravesamos algunos pedregales donde la sensación es que nos vamos a ir los dos, caballo y yo, al suelo en cualquier momento.

Seguimos hasta lo alto de Qenqo y empezamos el descenso a pie siguiendo los yacimientos de ese valle. Allí observamos unos subterráneos con un altar muy curioso. Es un centro sagrado con una especie de anfiteatro misterioso que llama mucho la atención.

Seguimos descendiendo hacia Sacsayhuamán mientras paramos para ver más ruinas, algunos terrenos con alpacas y el Cristo Blanco, una estatua con los brazos abiertos a lo alto del cerro Pukamuqu y que presenta unas vistas de la ciudad muy impresionantes.

Al irnos acercando a Sacsayhuamán, empezamos a abrir la boca atónitos. Es la primera fortaleza inca que vemos y la sensación de alucine es brutal. ¡Es enorme! Nos preguntamos cómo tendrá que ser Macchu Piccu para superar esto.
La obra la encargó Pachacútec, el noveno Inca, y con gran ingenio diseñó unos muros que resisten hoy en día con la misma fuerza que entonces. Muros que no tienen argamasa de ningún tipo. Muros que albergan en su interior un templo, cabañas como viviendas, sistemas de almacenamiento del agua y canales de suministro, almacenes y hasta un anfiteatro.

Después de ver esta impresionante fortaleza, bajamos a pie de nuevo hacia la ciudad. Pasamos por la Iglesia de San Cristobal y subimos a su campanario para admirar las vistas de la ciudad. La iglesia es pequeña y tremendamente humilde pero vale la pena la visión panorámica de la ciudad.

Para comer, hemos decidido ir al restaurante Marcelo Batata. Un restaurante/escuela de cocina exquisito, con un menú excelente, buen servicio y elegante. Las raciones son bastante grandes, así que es difícil quedarse con hambre. Recomendable 100%.
Por la tarde aprovechamos para pasear por la calle Loreto hasta llegar a Qorikancha o Coricancha, un templo inca donde fue construido el Convento de Santo Domingo, aprovechando parte de los muros iniciales.

El convento conserva una buena parte de la muralla inca y paredes internas en su interior que se descubrieron gracias a un terremoto que las dejó más visibles. Es un lugar místico y muy curioso.

Seguimos paseando por las callejuelas empedradas de la ciudad hasta llegar a uno de los lugares más turísticos: la piedra de 12 ángulos. Pertenece a los muros de lo que un día fue un gran palacio del Inca Roca y hoy es el palacio arzobispal, en la calle Hatun Rumiyoc. El bloque está perfectamente colocado y encajado con el resto de piedras del muro, hasta el punto de no caber ni un papel entre ellos.

Sin utilizar ningún tipo de material para unirlas, son capaces de resistir terremotos, cosa que no hicieron las construcciones de los españoles. Por ese motivo, la ciudad de Cusco utiliza en sus construcciones los muros originales incas y construyen encima de ellos. Es la única manera de que resistan en una gran zona sísmica como es el Perú.

Acabamos la ruta en la plazoleta de San Blas, visitando su iglesia y dejándonos llevar por el ambiente simpático que hay en esta zona. Aquí se atrincheran los artesanos locales vendiendo sus últimas obras. Talleres, tiendecitas y niños jugando por el empedrado de las calles se fusionan a la perfección.
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